lunes, 31 de marzo de 2025

Cuando dices la verdad y suenan los cascabeles en el herpetario

Cuando dices la verdad... y te atacan las que viven cómodas en el herpetario

Noviembre de 2018. Un año que debería recordar por el frío, las luces navideñas o algún momento personal, pero que en mi memoria queda marcado por algo muy distinto: el agotamiento de un sistema laboral cruel, la frustración de no llegar a fin de mes a pesar de dejarte la salud, y lo que duele aún más... la maldad de quienes podrían haber sido tus aliados.

Trabajábamos bajo un sistema de objetivos por tramos, una de esas estructuras diseñadas para sonar justas pero que, en la práctica, eran una condena. Ni siquiera el primer nivel era alcanzable en una jornada de ocho horas, y eso significaba que, para ganar un salario que nos permitiera pagar recibos y comer, teníamos que hacer turnos de doce horas, seis días a la semana. El cuerpo no aguantaba: ibuprofeno para el dolor de espalda, café para el sueño, silencio para la rabia.

Un día decidí hablar. No era una sindicalista, solo una persona cansada de ver a mis compañeros —y a mí misma— rompiéndose por un sueldo que no era ni digno. Pedí una reunión con el jefe y le expliqué, con datos y sin gritos, que aquello era insostenible: "No podemos tener a la plantilla física y mentalmente agotada, trabajando a base de calmantes, para cobrar lo mínimo".
Él asintió, dijo que lo "estudiaría" (traducción: calladita estás más guapa), y salí de allí con un hilo de esperanza.

Al volver a mi puesto, compartí con el equipo lo que había hecho. No era una sindicalista, solo alguien que creía en la solidaridad. Pero entonces ocurrió lo inesperado: una compañera —de esos puestos privilegiados que no sufrían nuestros horarios— salió de la centralita escupiendo odio. "Eres una puta amarga de mierda", me dijo. Y añadió que estaba "hablando mal de la empresa". Mentira. Yo solo había hablado de derechos, de salud, de humanidad.

Lo peor vino después. Esa misma persona que siempre lloriqueaba por haber sufrido bullying en el colegio, ahora se dedicaba a hacérmelo a mí en el trabajo. Murmuraba a mi paso: "Ya verás la que te espera", como si yo debiera temer las consecuencias de pedir condiciones dignas. Su hermana (sí, porque en aquel lugar el nepotismo también era ley) salió a respaldarla, y durante mucho tiempo  tuve que soportar miradas, rumores malintencionados, el mismo acoso cobarde. Ellas no trabajaban nuestras horas, no cargaban con nuestro estrés, pero se creían con derecho a juzgar mi lucha.

Y así, en medio de los objetivos imposibles, descubrí la peor lección: que a veces el enemigo no es solo el sistema... sino quienes, desde su comodidad, repiten los mismos patrones de abuso que dicen detestar.

Hoy, años después, lo recuerdo con claridad: aquel episodio me enseñó que cambiar las cosas  crea  suspicacias, y que no todo el mundo está preparado para luchar, ni siquiera por sí mismo. Pero también me confirmó algo importante: que la dignidad no se negocia, y que callar ante la injusticia solo la perpetúa.

Me dejaron el cuerpo agotado, sí. Pero no tocaron mi claridad ni mi instinto de justicia. Y eso, en un entorno podrido, es sobrevivir con el alma intacta.

Si algo me llevo de aquel noviembre gris es doble certeza:

Que aunque algunos te llamen "puta amargada de mierda", la verdadera amargura es resignarse... o convertirse en aquello que un día juraste odiar.

Que cuando finalmente sales de ese infierno, descubres que vivir sin relojes que te ahoguen, sin pastillas para el dolor causado por el estrés, y sobre todo, sin tener que compartir oxígeno con gente indecente... no tiene precio.

Hoy nadie me escupe veneno disfrazado de consejo.
Eso, amigos, es lo que llaman libertad.

"Vivir sin prisas y no estar rodeada de indecentes no tiene precio."


¿POR QUÉ CUENTO ESTO AHORA?
Porque el tiempo lo convierte todo en claridad. Y porque, simplemente, me da la gana.

No soy una víctima. Soy la que guarda cada palabra, cada mirada, cada sonrisa falsa. Comparto esto porque el bullying laboral, el nepotismo cobarde y los "equipos" que apuñalan por la espalda siguen ahí, vivos. Alguien tenía que señalarlo.

Lo hago porque sé que hay más como yo. Y porque los hubo antes que yo:

  • Los que hablaron y los tacharon de "amargados".

  • Los que vieron cómo el sistema premia a los mediocres y castiga a los incómodos.

  • Los que, años después, siguen enteros… mientras sus verdugos siguen repitiendo su papel de villanos lamentables.

Y eso, queridos indecentes, no se perdona... pero se supera con estilo.

NOTA PARA COBARDES
Si al leer esto:

  • Te has sentido aludido... felicidades, eres parte del problema.

  • Crees que "exagero"... es tu conciencia intentando justificarse.

"Vivir bien es la mejor venganza. Pero que sepan que lo sabes todo... eso no tiene precio."


ARCANOS DEL TERROR LABORAL

(y cómo sobrevivir a ellos)

El Emperador Invertido

Autoridad corrupta.
Jefes que confunden poder con abuso, estructuras diseñadas para mantenerte pequeño, reglas absurdas que te oprimen. Un juego de ajedrez donde tú nunca eres el rey.

La Torre

El derrumbe necesario.
El momento en que todo se desmorona… solo para que puedas reconstruirte más fuerte. El sistema no está podrido, es el problema, y solo cayendo podrás ver la verdad.

Cinco de Espadas

Bullying disfrazado.
Triunfos vacíos de quienes se sienten poderosos al pisotear a otros. El desprecio y la humillación como moneda de cambio en un juego en el que siempre pierdes.

La Sacerdotisa Oscura

Traición femenina.
La que alguna vez sufrió y ahora hace sufrir, rompiendo la sororidad por pura conveniencia. Su dolor es su excusa para clavar el cuchillo en los demás.

El Diablo
Ataduras invisibles.
El miedo a hablar, la dependencia del sueldo, la normalización del abuso. Una esclavitud dorada que te mantiene atrapado en un ciclo de desesperanza y conformismo.

El Juicio
Liberación.
El momento en que despiertas y decides salir. El miedo se disuelve, la culpa se desvanece. Es tu renacimiento. La libertad empieza con un solo paso.

La Fuerza (versión Escorpio)
Poder silencioso.
No se trata solo de aguantar, sino de elegir cuándo es el momento de actuar. El verdadero poder no grita, se mide en la capacidad de decidir cuándo confrontar, cuándo resistir y cuándo irte con la cabeza alta.

El Carro
Tu victoria.
Mientras ellos siguen atrapados en su ciclo tóxico, tú ya has tomado el control. El futuro ya no les pertenece. Tú eres el único que avanza hacia algo mejor.